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EDITORIAL

UN MONSTRUO DE SABIDURÍA

 

¡Érase una vez… un monstruo! Tan horrible que todo el planeta le tenía miedo. De Colombia a Suiza, de Brasil a Estados Unidos, de México a Francia, de los océanos a los mares, de Rusia a China, de Combia a Pereira, de la casa de tu vecino a la plaza Bolívar, de la tierra al cielo, todos los seres humanos, los niños, los adultos, los abuelos, los bebés, los campeones, los débiles, los médicos, los sabios, los ignorantes, los famosos, todas y todos temían a este monstruo. De costumbre, cuando imaginamos un monstruo, lo vemos inmenso, gigante, con una boca para comerte de una, con dientes grandes como las palmas de cera del  Cocora, con una cola más larga que delante de Alkosto un día sin IVA. Algo tan enorme que no te atreves a mirarlo porque sus ojos llenos de sangre parecen a dos lunas rojas con orejas en las cuales puedes ahogarte. ¡Qué horror!

¡Erase una vez… este monstruo tocando a nuestra puerta! La tierra se paró, la gente no quiso contestar, no miro por la ventana, aguantando hambre y temblando como hoja al viento del terror. A la época de los dinosaurios iba a suceder la de este monstruo, uno solo, un solo ejemplar, acabando con nuestro mundo que parecía tan sencillo.

Hoy en día, en la mitad del año 2020, esta historia extraordinaria dura desde ya seis meses. Y lo más increíble, fantástico y único, es que este monstruo que recorre todas las calles del planeta, todos los días y las noches, nadie todavía lo ha visto, nadie. Es tan inmenso que es invisible. Se dice que tiene una corona como el Cristo crucificado. Se dice… ¿Pero quién sabe? Nadie de nadie. Lo único que sabemos es que tiene el poder suficiente para dirigir todo el mundo. Duque, Trump, Bolsonaro, XiJinping, Putin y otros presidentes y dictadores se arrodillan. Y el monstruo sonríe. ¡Sin tapaboca, él!

 

¡Que raro! El monstruo tan enorme es infinitamente pequeño. Su potencia esta inversamente proporcional a su tamaño. ¿Pero que hace en la tierra? ¿Porqué mata a nuestros familiares y amigos? Siempre necesitamos de alguien mas pequeño por enseñarnos. “No se puede vivir con tanto egoísmo. No soy yo el matarife. Ustedes se apuñalan. El día que me demuestran su espíritu de solidaridad, de unión, de amor, de misericordia, de humildad que permite perdonar a su hermano y comulgar entre vecinos, pueblos, naciones, me retiro. Y los dejo en paz.”

 

¡Érase una vez… un monstruo! Horroroso pero sensato. Nadie sabe cuando se irá. Su partida no depende de él.

Autor:  CHRISTIAN  MICHELLOD 

             Fundador y Presidente

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